Recuerdo a Iván, era un hombre tan tierno, tan sencillo…Lo recuerdo siempre con ese pantalón caqui, raído y viejo, la camisa a cuadros grandes rojos y el cabello rubio, largo y rizado siempre despeinado, unos ojos color cielo con la paz del mar…
El era mudo jamás dijo una palabra, pero sus ojos lo decían todo y no se necesitaba más al estar a su lado. Vivió en Cochabamba porque la altura de La Paz le hacía mucho daño, estaba muy enfermo pero eso jamás le quitó la alegría de los ojos.
Recuerdo que no tenía madre y su padre también estaba enfermo, tenía problemas con el corazón y tampoco podía vivir en La Paz, pero cuando venía yo era la mujer más feliz sobre la tierra.
Como no tenía madre que lo cuide, él hacía el intento de cuidarse y solía decirme que de haber tenido madre, ella lo hubiera cuidado así.
Se ponía, por el frío de La Paz, una gorra muy pequeña que no le tapaba más que la parte superior de su abundante cabellera, se ponía una chompa café de alpaca sobre su camisa dejando que los faldones se vieran por debajo y siempre, todos los días sin excepción, y esto jamás dejó de causarme gracia e incluso hoy utilizo ese método con el amorcito de mi vida en días de lluvia, se ponía bolsas de plástico sobre los zapatos para que el frío o la lluvia no tocaran sus pies.
A su lado no había más que risas, mudas risas que hacían que cada día que pasaba aquí valiera la pena tanto que hubiera querido que nunca se vaya…Pero el cruel destino tenía preparado para ambos algo mucho peor.
Juntos pasábamos horas caminando por ahí, columpiando en todos los parques en los que hubiera columpios de punta a punta de la ciudad y nos encantaba pararnos delante de los ríos alejado en la esquinas más profundas de la ciudad a mirar el agua correr. Siempre que lo necesité estuvo ahí para mi con una sonrisa y una flor arrancada de por ahí en la mano (se me quedó también esa costumbre con la gente que quiero) aún en los peores momentos en los que sus ojos de cielo aparecían hundidos y llenos de ojeras.
Nunca se mencionó la palabra amor entre nosotros, pero estoy segura de que era el hombre ideal para mi…En especial cuando planeábamos irnos por el mundo juntos después de ahorrar lo suficiente y jamás quedarnos quietos al cumplir la mayoría de edad. No, no queríamos ser oficinistas, no queríamos ser médicos, ni ingenieros con traje y corbata…queríamos ser aves libres por el mundo.
Un día sin aviso vino a verme, me abrazó y se puso a llorar en silencio, no tuvo necesidad de decirme lo que pasaba (tan bien lo conocía). Nos quedamos abrazados en silencio hasta la hora indicada en que tenía que partir.
Tenía que internarse en el hospital porque su salud empeoraba cada vez. El médico había dicho que si no se internaba…a lo máximo duraría un mes……
Cuando llegábamos a la Terminal para embarcarlo me tomó de la mano con fuerza, no la soltó un segundo y de repente echó a correr conmigo en dirección contraria, tomamos uno de esos micros grandes que van a la zona sur, hasta Achumani al final de la ruta, en la parada y luego de bajar caminamos un buen trecho hasta llegar a un puente sobre el río y ahí nos detuvimos…Por primera vez en años, se sacó las bolsas que tenía sobre sus zapatos, los zapatos y las medias y metió los pies en el agua fresca que corría por el río…yo hice lo mismo.
Había tomado la valiente decisión de morir en paz. Ya nunca podríamos ver cumplidos nuestros sueños, ya nunca podríamos correr juntos, ya nunca podríamos ser felices juntos. No quería pasar lo que le restaba de vida en una cama de hospital.
Fue la última vez que estuvimos juntos, al día siguiente se fue de viaje al chaco, luego fue al pantanal y creo que se quedó por ahí bajo un árbol escuchando música en sus audífonos.
Honestamente no sé si estos recuerdos son reales, tal vez son una broma pesada de la esquizofrenia, tal vez es lo que estoy tomando para dormir.
Sólo sé que hoy desperté llorando a cántaros luego de haber soñado con él y aún al escribir esto, no puedo dejar de llorar por Iván…….
Y por cierto, si alguien lo conoció…y sabe algo de él avíseme por favor.
El era mudo jamás dijo una palabra, pero sus ojos lo decían todo y no se necesitaba más al estar a su lado. Vivió en Cochabamba porque la altura de La Paz le hacía mucho daño, estaba muy enfermo pero eso jamás le quitó la alegría de los ojos.
Recuerdo que no tenía madre y su padre también estaba enfermo, tenía problemas con el corazón y tampoco podía vivir en La Paz, pero cuando venía yo era la mujer más feliz sobre la tierra.
Como no tenía madre que lo cuide, él hacía el intento de cuidarse y solía decirme que de haber tenido madre, ella lo hubiera cuidado así.
Se ponía, por el frío de La Paz, una gorra muy pequeña que no le tapaba más que la parte superior de su abundante cabellera, se ponía una chompa café de alpaca sobre su camisa dejando que los faldones se vieran por debajo y siempre, todos los días sin excepción, y esto jamás dejó de causarme gracia e incluso hoy utilizo ese método con el amorcito de mi vida en días de lluvia, se ponía bolsas de plástico sobre los zapatos para que el frío o la lluvia no tocaran sus pies.
A su lado no había más que risas, mudas risas que hacían que cada día que pasaba aquí valiera la pena tanto que hubiera querido que nunca se vaya…Pero el cruel destino tenía preparado para ambos algo mucho peor.
Juntos pasábamos horas caminando por ahí, columpiando en todos los parques en los que hubiera columpios de punta a punta de la ciudad y nos encantaba pararnos delante de los ríos alejado en la esquinas más profundas de la ciudad a mirar el agua correr. Siempre que lo necesité estuvo ahí para mi con una sonrisa y una flor arrancada de por ahí en la mano (se me quedó también esa costumbre con la gente que quiero) aún en los peores momentos en los que sus ojos de cielo aparecían hundidos y llenos de ojeras.
Nunca se mencionó la palabra amor entre nosotros, pero estoy segura de que era el hombre ideal para mi…En especial cuando planeábamos irnos por el mundo juntos después de ahorrar lo suficiente y jamás quedarnos quietos al cumplir la mayoría de edad. No, no queríamos ser oficinistas, no queríamos ser médicos, ni ingenieros con traje y corbata…queríamos ser aves libres por el mundo.
Un día sin aviso vino a verme, me abrazó y se puso a llorar en silencio, no tuvo necesidad de decirme lo que pasaba (tan bien lo conocía). Nos quedamos abrazados en silencio hasta la hora indicada en que tenía que partir.
Tenía que internarse en el hospital porque su salud empeoraba cada vez. El médico había dicho que si no se internaba…a lo máximo duraría un mes……
Cuando llegábamos a la Terminal para embarcarlo me tomó de la mano con fuerza, no la soltó un segundo y de repente echó a correr conmigo en dirección contraria, tomamos uno de esos micros grandes que van a la zona sur, hasta Achumani al final de la ruta, en la parada y luego de bajar caminamos un buen trecho hasta llegar a un puente sobre el río y ahí nos detuvimos…Por primera vez en años, se sacó las bolsas que tenía sobre sus zapatos, los zapatos y las medias y metió los pies en el agua fresca que corría por el río…yo hice lo mismo.
Había tomado la valiente decisión de morir en paz. Ya nunca podríamos ver cumplidos nuestros sueños, ya nunca podríamos correr juntos, ya nunca podríamos ser felices juntos. No quería pasar lo que le restaba de vida en una cama de hospital.
Fue la última vez que estuvimos juntos, al día siguiente se fue de viaje al chaco, luego fue al pantanal y creo que se quedó por ahí bajo un árbol escuchando música en sus audífonos.
Honestamente no sé si estos recuerdos son reales, tal vez son una broma pesada de la esquizofrenia, tal vez es lo que estoy tomando para dormir.
Sólo sé que hoy desperté llorando a cántaros luego de haber soñado con él y aún al escribir esto, no puedo dejar de llorar por Iván…….
Y por cierto, si alguien lo conoció…y sabe algo de él avíseme por favor.